“La organización que dirigí promovió la corrupción en mi país pagando a policías, comandantes militares y políticos que nos permitieron operar con libertad”, confesó el capo con más de cinco décadas en el crimen, que esquivó la pena de muerte gracias a un acuerdo con la Fiscalía estadounidense.
Zambada, que se había declarado inocente en dos ocasiones anteriores, aceptó los cargos por liderar una organización criminal y por racketeering, (que sería comparable con el delito de concierto para delinquir en algunos códigos penales latinoamericanos).
Este mea culpa se produce luego de un pacto con la Fiscalía, por el cual Zambada declaró también haber enviado 1.500 toneladas de cocaína hacia EE. UU., además de marihuana y heroína.
El capo de la droga de 77 años confesó haber ordenado asesinatos contra miembros de carteles rivales y pagado sobornos para mantenerse al margen de la ley.
Por todo esto, ofreció disculpas al final de la sesión a “todas las personas que sufrieron” por sus actos y reconoció “el enorme daño que las drogas ilegales le han causado a personas en Estados Unidos, México y en otras partes”.
Desde la captura cinematográfica de Zambada en julio de 2024, el juicio contra el capo ha generado expectación en México por la posibilidad de que sus confesiones permitan conocer el rastro de corrupción que ha dejado el Cartel de Sinaloa desde su fundación en 1983.
Pero hasta ahora, el testimonio de ‘El Mayo’ solo sirve para evidenciar, en general, la complicidad de funcionarios del Estado con el Cartel de Sinaloa debido a la negativa de Zambada de mencionar a sus colaboradores con nombre propio.
De hecho, su abogado ha reafirmado que el procesado “no está cooperando y no cooperará”. Además, no está obligado a hacerlo, pues lo único que negoció con la Fiscalía fue la aceptación de la culpa a cambio de una vida entre rejas.