Inicia gira de Donald Trump en Oriente Próximo

El presidente estadounidense, Donald Trump, llegó este martes a la capital 13 de mayo de Arabia Saudita, Riad, en su primera gira internacional desde que asumió el poder, que durará cuatro días y le llevará también a Qatar y a Emiratos Árabes Unidos (EAU). La visita de Trump a Oriente Próximo estará centrada en inversiones y tratos comerciales, si bien se produce en un momento crítico para la región con intentos por parte de Washington de reconducir el diálogo nuclear con Irán.

Trump fue recibido en la Terminal Real del Aeropuerto Internacional Rey Khaled, de Riad, por el primer ministro y príncipe heredero, Mohamed bin Salmán, conocido como «MBS» y considerado el hombre fuerte de Arabia Saudí, quien le extendió la mano en el pie de la escalera del avión, antes de acompañarle al Salón Real del aeropuerto. Bin Salmán prometió en enero aportar 600.000 millones de dólares en el comercio e inversiones estadounidenses.

El avión presidencial fue escoltado a su llegada al país por hasta seis cazabombarderos F-15 saudíes, tras un viaje sin incidentes desde Estados Unidos, según reportaron los periodistas que acompañan al mandatario y difundieron en sus redes sociales. Durante su estancia en el rico e influyente reino árabe, Trump tiene previsto inaugurar un foro de inversiones estadounidense-saudí, y será recibido por las máximas autoridades de la familia real saudí. Según un alto funcionario saudita, Riad presionará por su parte para conseguir los últimos cazas de combate F-35.

La Casa Blanca calificó de «histórica» esta gira, que se presenta como uno de los grandes viajes al extranjero de Trump en los primeros meses de su segundo mandato presidencial. En su primer mandato, Trump también eligió Arabia Saudita como destino de su primer viaje al extranjero. Antes de partir hubo un fuerte debate por el ofrecimiento de un avión presidencial por parte de Qatar. El presidente estadounidense intenta asegurar el libre tránsito de mercancías por el mar Rojo y poner los cimientos de una salida al conflicto entre israelíes y palestinos, así como al complejo tablero sirio tras la caída de la dinastía Al Asad.

José Mujica, expresidente de Uruguay y líder de izquierda, muere a los 89 años

José Mujica, expresidente de Uruguay, antiguo guerrillero y una figura incondicional del liderazgo político de izquierda en América Latina, falleció el martes. Tenía 89 años.

El presidente Yamandú Orsi anunció la muerte de Mujica en un comunicado, en el que no se indicaba ni el lugar ni la causa de su muerte. Mujica dio a conocer que tenía cáncer de esófago en abril de 2024. Vivía en las afueras de Montevideo, la capital. “Presidente, militante, referente y conductor. Te vamos a extrañar mucho, Viejo querido”, escribió Orsi.

Conocido como Pepe, Mujica fue elegido presidente en 2009 a los 74 años, cuando una generación de gobiernos de izquierda latinoamericanos estaba perdiendo su esplendor populista. Aunque tenía fama de líder inteligente de la coalición progresista uruguaya, el estilo de gobierno informal de Mujica desconcertó a la clase dirigente.

Autodenominado anarquista filosófico, era conocido por su carisma desenvuelto, su escepticismo ante los excesos del capitalismo, su estilo de vida modesto y su intención de incorporar determinación y humildad al gobierno durante una época en la que la izquierda uruguaya estaba en ascenso.

Aunque a menudo sus ambiciones fueron mayores que su capacidad para cumplir sus promesas políticas, las leyes progresistas que fueron aprobadas por su gobierno merecieron elogios mundiales y allanaron el camino para que lo sucediera un aliado político de izquierda.

De oficio floricultor, Mujica abogaba por las comunidades rurales y era un consumado defensor de los ideales liberales. Convencido de que los líderes mundiales debían prescindir de la pompa del poder, él y su esposa, Lucía Topolansky, quien en ese momento era senadora, optaron por vivir en una casa de una sola planta en una parcela de tierra de labranza, en lugar de la finca presidencial dotada de personal. A veces se le podía ver manejando al trabajo en su Volkswagen Escarabajo celeste de 1987.

En su primer día como presidente, Mujica anunció que destinaría la mayor parte de su salario a ayudar a construir viviendas para los pueblos abandonados de Uruguay. No obstante, el llamado “presidente más pobre del mundo” veía de otro modo su posición. “No es pobre quien tiene poco, sino quien mucho desea”, dijo Mujica a The New York Times en 2013, citando al filósofo romano Séneca.

Durante el mandato de Mujica, que ocupó el cargo de 2010 a 2015, Uruguay se convirtió en el segundo país de América Latina en despenalizar el aborto y legalizar el matrimonio igualitario, y fue el primer país del mundo en legalizar y regular plenamente la marihuana. Su discurso sobre los males del consumismo desenfrenado fue casi tan impactante como su aspecto sorprendentemente informal: sin corbata, despeinado y cuidando de sus campos de crisantemos con su esposa y su perra de tres patas, Manuela.

Incluso en un país excepcionalmente comprometido con el liberalismo social y con un consenso entre partidos, Mujica fue un líder singular.

Como miembro del movimiento guerrillero Tupamaro a finales de la década de 1960 —un grupo que asaltó bancos y tomó rehenes estadounidenses para conmocionar un sistema político que se acercaba a una dictadura militar— pasó más de una década en prisión. Su esposa también había sido integrante del grupo.

Después de que él y otros guerrilleros tupamaros de alto rango fueron liberados de la cárcel en 1985, cuando la democracia había retornado al país, el grupo empezó a abrirse camino en la política establecida.

Los uruguayos se preguntaban si los antiguos guerrilleros serían capaces de cambiar las armas por un movimiento político más convencional. Mujica, como secretario general de los Tupamaros y sus diversas facciones, ayudó a negociar la entrada del grupo en la coalición de centroizquierda Frente Amplio, bajo el nombre de Movimiento de Participación Popular.

Su igualitarismo franco divergía del comportamiento tradicionalista de la clase política. Pero fue lo suficientemente astuto como para lanzar una amplia red retórica al tiempo que reafirmaba los objetivos socialistas del grupo.

“Ante todo somos políticos, no personas partidarias de la violencia o el terrorismo”, dijo en 1986 Mujica al Times. “Pero no vamos a complicarnos la vida de un modo que haga insostenible la libertad democrática”.