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Inicia el Cónclave

La elección del sucesor del papa Francisco dio inicio, pero lejos de ser un proceso divinamente ordenado, el cónclave de 2025 desplega un escenario denso en tensiones internas, luchas de poder y simbolismos. Mientras los 133 cardenales electores se encierran en la Capilla Sixtina bajo el fresco del Juicio Final, en el exterior resuenan preguntas no solo sobre quién será el nuevo pontífice, sino qué modelo de Iglesia emergerá de esta votación.

Desde su inicio, el cónclave ha estado marcado por la incertidumbre. A diferencia de procesos anteriores, no existe una figura claramente perfilada ni consensos sólidos entre los bloques de poder eclesiásticos. A ello se suma un factor generacional: la mayoría de los cardenales convocados no había participado en cónclaves anteriores, lo que hace que predomine la inexperiencia en la conducción de una de las decisiones más delicadas de la Iglesia católica.

El ritual comenzó con la misa Pro eligendo Romano Pontifice, presidida por el cardenal decano Giovanni Battista Re, quien enfatizó la dimensión histórica del momento y pidió a sus colegas dejar de lado “cualquier consideración personal” para centrarse en “el bien de la Iglesia y de la humanidad”. Pero el llamado a la unidad contrastó con un gesto que desató una ola de interpretaciones: durante el saludo de paz, Re se inclinó hacia Pietro Parolin y le susurró —con micrófonos apagados, pero no lo suficiente— un “felicidades por partida doble”.

Parolin, actual secretario de Estado vaticano y uno de los favoritos, es una figura central del continuismo con el legado de Francisco: moderado, diplomático y con cercanía al pontificado anterior. El mensaje ambiguo de Re se interpretó por muchos como una bendición anticipada o una muestra de favoritismo, lo que elevó aún más la temperatura política del proceso.

En los días previos, las homilías de los Novendiales (nueve días de luto oficial) se convirtieron en espacios de posicionamiento doctrinal. Baldassare Reina advirtió contra la reactivación de alianzas de poder, Parolin llamó a “vivir el legado” de Francisco, y Mauro Gambetti contrastó a las “ovejas fieles” con los “machos cabríos” que se desvían hacia el fuego eterno. Sí: el lenguaje eclesiástico sigue teniendo sus propios eufemismos para hablar de disputas internas.

Al mismo tiempo, el cónclave no ha estado exento de maniobras clásicas: campañas de desprestigio, filtraciones de salud y ataques sutiles a la trayectoria de los “papables”. Parolin fue objeto de rumores sobre hipertensión; Tagle, criticado por cantar “Imagine” de John Lennon; Kikuchi, por subir una selfi a redes sociales. En un entorno donde cada gesto cuenta, hasta una canción pop o una publicación pueden convertirse en armas simbólicas.

El trasfondo es claro: no solo se elige un líder espiritual, sino una orientación política y cultural para los próximos años de la Iglesia católica.

Mientras los cardenales entonan el Veni Creator Spiritus en busca de inspiración divina, el mundo espera señales concretas. El primer escrutinio, previsto para la tarde del 7 de mayo, podría ofrecer pistas.

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