El 20 de julio, Japón vivió un terremoto político cuando el oficialista Partido Liberal Demócrata (PLD) sufrió una derrota significativa en las elecciones parlamentarias, lo que llevó a la renuncia del entonces primer ministro Shigeru Ishiba.
Sanae Takaichi, conocida por su postura conservadora y su trayectoria en el PLD, emergió como la figura idónea para liderar el partido y, posteriormente, el país. Ahora, su elección como primera ministra no solo rompe una barrera de género, sino que también plantea preguntas sobre cómo abordará los desafíos internos y externos de Japón.
Takaichi enfrenta un panorama complejo: una economía estancada, tensiones geopolíticas en Asia y la necesidad de fortalecer la confianza en el PLD tras el revés electoral.
Según Vania de la Vega-Shiota, secretaria académica del Programa Universitario de Estudios sobre Asia y África de la UNAM, «Takaichi deberá equilibrar su agenda nacionalista con las demandas de una sociedad que espera reformas económicas y mayor inclusión».
Su historial, que incluye posturas controversiales sobre temas históricos y territoriales, podría complicar las relaciones con países vecinos como Corea del Sur y China. A pesar de las críticas, Takaichi ha prometido priorizar la recuperación económica y la seguridad nacional.
Su liderazgo será puesto a prueba en un contexto global volátil, donde Japón busca mantener su influencia en Asia-Pacífico. De la Vega-Shiota destaca que «su capacidad para construir consensos, tanto dentro del PLD como con la oposición, será clave para consolidar su mandato».
Los próximos meses serán decisivos para evaluar si Takaichi puede transformar su hito histórico en un liderazgo efectivo.


